Todos los días hay algo nuevo para aprender, algo viejo para soltar, algún hábito que modificar…

El cuerpo nos cuenta día a día como vamos transitando nuestra vida, está en cada uno aprender a escucharlo.

La vida es para disfrutarla y compartirla…

La Reflexología Holística es una terapia natural, complementaria, no invasiva que mediante técnicas manuales estimula terminales nerviosas en pies, manos o rostro para que éste realice su propio proceso de auto-curación (Homeostasis) en sus diferentes planos: cuerpo físico, emocional, mental, espiritual y el contexto donde habita y se desarrolla.


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sábado, 2 de marzo de 2013

inter-relacionarnos o depender emocionalmente?



Que diferencia existe en inter-relacionarnos y depender emocionalmente?

 

Cotidianamente interactuamos con otras personas y esto despierta diferentes emociones.

La mejor emoción positiva es el amor. Ahora, cuando estamos continuamente a la espera del sentimiento o las acciones de los demás o de cómo esperamos que actúen, la relación toma otro matiz.

La relación puede convertirse en una dependencia, y el resultado, dañarse emocionalmente.

Hay muchos métodos o ejercicios que podemos practicar, en donde solo uno es el verdadero descubridor de si mismo.

Desde el psicoanálisis o terapias bio-energéticas, pasando por diferentes tipos de meditación o trabajos corporales, por separado o todos juntos, son una herramienta mas para transitar el camino de auto-conocerse.

Hemos escuchado y hasta de nuestra propia boca, la frase:-“Yo me conozco muy bien!!!” o ¡”nadie me conoce mejor que yo!”.  Es verdad si somos conscientes de ello.

Permanentemente cambian las reglas de convivencia, las pautas culturales,  las situaciones laborales, las relaciones personales de amistad o familiares, y esto nos obliga a cambiar también.  Cambiar nuestro modo de ver cada situación y como adaptarnos e interrelacionar con y en ellas.

Cuando hay dependencia, nuestra postura es otra, seamos o no conscientes de ello.

 

Una sensación es la de cuantificar nuestras acciones, evaluando cuanto da cada uno y cuanto va a recibir a cambio.  O la de trueque, haciendo un favor a la espera de otro.  Cuantas veces escuchamos la frase: “¿Cuánto me vas a cobrar por este favor?”

 

Otra opción de dependencia puede ser la idealización.  Depositar en una persona o un objeto la responsabilidad de calmar o aligerar nuestras carencias.  Ser las o los proveedores de aquello que no nos brindamos a nosotros mismos.  Obviamente, cuando esto es incumplido o decae en el tiempo, ya que la idealización aumenta la expectativa, aparece la frustración.  Y un buen lugar para refugiarse es el “espacio de la víctimas”.

 

Habiéndose escrito y explicado tanto sobre el miedo, aún sigue siendo un estado emocional que desconocemos.  Tal vez tenga un sentido muy “particular” que tantos millones de seres humanos seamos ignorantes ante el miedo.  Ya que provoca un estado de alerta (esa es su finalidad) y, o se acciona, poniendo en funcionamiento nuestro intelecto para buscar alternativas; o nos inmovilizamos como hacen algunos animales, nos hacemos un ovillo, metemos la cabeza en un agujero o exponemos la yugular ante el peligro y que el destino decida nuestra suerte.

 

En el plano de las relaciones afectivas podemos utilizar otras opciones.

El miedo al abandono provoca un sin número de acciones que llevan irremediablemente a eso, al abandono. 

Desde imaginar situaciones elaboradas por nuestros pensamientos sin opción a cotejarlas,  contraponer permanentemente decisiones sin dar lugar a puntos en común, hasta desacreditar las alternativas o palabras de aliento que pudieran ofrecernos, todo apunta a un mismo fin.  El desalentar a quienes nos acompañan, luego llega el distanciamiento y con ello la sensación de abandono.  Por lo tanto, logramos el cometido de nuestro miedo: sentirnos abandonados.

 

También podemos adoptar otra conducta, la clásica dependencia de socorrer a todo el mundo, por lo que solo nos relacionamos con personas con problemas.  Todos necesitamos ser acompañados y aprender a acompañar también es una necesidad.  Se puede estar presente sin alterar el espacio del otro, se puede actuar a partir del pedido del otro considerando sus necesidades y nuestras posibilidades obviamente, o se puede sutilmente invadir con la consabida frase: ¡” vos no podes solo, dejá que yo te ayudo!!!”.

¿Cual es nuestro beneficio de dependencia?  Que se nos tenga en cuenta. Nos sentimos queridos y valorizados.  Y como en los cuentos de hadas, todo funciona de maravilla hasta que se convierte en una obligación, ya que el otro no puede y nosotros “lo podemos todo”.  En esta etapa nos invade un malestar, y comenzamos a dar explicaciones de como se debe solucionar la vida y sus problemas.

De cuales o como son los caminos para alcanzar la felicidad, según nuestra mirada, “la única posible”.  Y ante la imposibilidad de los demás de alcanzar nuestros ideales, nos vamos distanciando.  Nos alejamos arrastrando un sendero de críticas y malos entendidos por la falta de consideración a nuestras “desinteresadas ayudas”.  O sea, nos sentimos frustrados, solos y nuevamente enfrentando nuestros miedos.

 

Un recurso infaltable es recurrir a una pareja.  “¡Desde que estoy noviando mi vida es otra!”…

¡salimos a caminar, vamos al cine, hacemos deporte juntos y hasta cambiamos los hábitos alimenticios, es genial!”… Bueno sería preguntarse si esto solo es posible en una relación de pareja.  Tal vez descubramos que sencillamente es posible si lo elegimos, solos o acompañados.  Para evitar comentarios que puedan llevar a divorcios, solo dejo una pregunta:

¿Qué ocurre el día que uno de los integrantes elige cambiar de deporte, de estilo de películas o lecturas, el modo de alimentarse o vestirse…? La idea de una pareja sería la de ser compañeros de vida, cada uno a partir de sus gustos, búsquedas, vocaciones… sería saludable que así fuese, aunque reconozco que puede sonar utópico.

Volviendo a la dependencia, los posibles cambios del otro nos desestabilizan.  Hay desconcierto, cuestionamientos, incertidumbres…”¿ y entonces, ahora yo que?

 

Es un buen interrogante. ¿y ahora yo que? ¿Qué elijo? ¿Para que lo elijo? ¿Para quién…?

Encontrar las respuestas en uno mismo independientemente de la mirada de los demás es valorar nuestras necesidades.  Nadie mejor que nosotros para descubrirnos.  Como todo ejercicio hay que practicar para aprenderlo.  El objetivo es aprender a mirarnos y aceptarnos, a ser conscientes. A encontrar nuestras propias soluciones y alternativas, en los tiempos que sean necesarios para transitar cada experiencia.  Después de todo, nadie vive la vida por otros, y a cada uno le toca vivir la propia. 

Uno elije los caminos que puede transitar.  Cuando confiamos en nosotros mismos, aceptando nuestras posibilidades, estamos valorizándonos sin depender de la opinión de los demás.   Descubrir el “espacio de autoestima” nos ayuda a disfrutar de la relación con nosotros y con los demás.

 

Ernesto Reich, Reflexólogo.

Marzo/2013

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